Melody y Frankie, dos adolescentes unidas por la misma necesidad: que se las valore por lo que son y no por lo que aparentan ser.
Melody es una niña bien de Beverly Hills hija de un cirujano plástico y una asesora de imagen con una hermana físicamente perfecta. Según la propia Melody en el coctel de ADN de sus padres su hermana consiguió todos los atributos buenos y a ella le dejo los malos. Y por si fuera poco su asma obliga a su familia a abandonar la gran ciudad para trasladarse a Salem (¿el de las brujas? Noooo. Salem en Oregón). Pese a que es bastante feucha, ella no piensa que su aspecto físico sea determinante, su problema es que el asma no le permite cantar: algo que adora y hace genial. Pero su padre en un intento por ayudarla le opera la nariz para curarle el asma (ni ella misma se cree la excusa) y despierta siendo una Barbie.
Frankie es una adolescente de 15 días de edad (he dicho días si). Es descendiente del mismísimo Frankestein y tiene la piel verde, costuras en sus miembros y dos tornillos en el cuello para recargarse por las noches (va a pilas: ¡Electrizante!). Sus padres le explican que en el mundo hay dos tipos de seres: los “normis” o personas humanas y los RAD o monstruos. Ella debe intentar parecer una humana para no levantar sospechas y miedos entre los normis.
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